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Bien por Icaro, una empresa ecuatoriana con severos problemas económicos, que también pone su grano de area para ayudar al pueblo de Haití.
El primer viaje de HOY express llega a Haití Publicado el 20/Enero/2010 | 00:15
Una avioneta de Saéreo salió ayer rumbo a Haití con medicinas donadas por Fybeca, como parte de la iniciativa convocada por HOY
Por Juan Tibanlombo Desde Haití
Después de sobrevolar cerca de una hora por el espacio aéreo de Haití, aterrizó en el pequeño aeropuerto Puerto Príncipe, de una sola pista, el avión Boeing 737 de Ícaro, cargado con más de 12 toneladas de ayuda humanitaria donadas por una serie de empresas ecuatorianas incentivadas por Diario HOY, para socorrer a las víctimas del terremoto de 7 grados en la escala de Richter ocurrido el pasado 12 de enero, cuyo epicentro estuvo localizado a 15 kilómetros de la capital haitiana, y que dejó decenas de miles de muertos, según cifras no oficiales, y unos tres millones de damnificados, muchos de los cuales deben vivir en la intemperie, sin los servicios básicos más elementales.
El avión partió pasadas las 08:00 del lunes desde Quito, pese a las advertencias de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos de la Presidencia de la República, que desde el fin de semana pedía posponer el viaje del avión una semana, porque argumentaba que toda la ayuda humanitaria estaba represada en República Dominicana, en los aeropuertos de Santo Domingo, La Romana y Puerto Plata, y no podía llegar a Haití. La tripulación estaba conformada por Jorge Galarza, Fredy Suárez, Rubén Tocaín, Milton Villegas, además de Daniela Pérez, que servía de enlace con la Fundación Project Medishare, que recibiría las donaciones enviadas desde Ecuador para repartirlas entre los haitianos.
La carga fue subida en los dos compartimentos del avión, divididos por peso. Su capacidad le permite transportar hasta 12,5 toneladas de peso y sus servicios son requeridos, sobre todo, por las empresas florícolas.
La primera parada fue Manta, para abastecer de combustible al carguero. Milton Villegas, el mecánico de la tripulación, explicó que un avión de ese tipo, que está operativo desde hace seis meses, podía abastecerse con 34 500 libras de combustible; es decir, cerca de 6 000 galones, en vista de que unas 6,7 libras son equivalentes a un galón.
El carguero volvió a cerrarse y Villegas encendió su laptop para ver una película durante el tiempo que demorara el vuelo: Los jinetes, donde Dennis Quaid interpreta a un detective amargado que investiga cuatro asesinatos en serie. No tuvo suerte, porque la laptop no pudo leer el DVD.
Unas dos horas después el carguero ya estaba sobrevolando Cartagena, en Colombia, que era divisada claramente desde el aire. Tanto Galarza como Suárez consultaban constantemente la ruta de navegación; si bien los dos tenían amplia experiencia volando el avión de carga al Caribe, Centroamérica y Colombia, era la primera vez que iban a aterrizar en un aeropuerto de Haití. Nunca antes habían viajado a ese país.
Pese a que la ruta de vuelo ya fue aprobada, los pilotos explicaron que solo al llegar a un sitio identificado como la Y, y marcado en la ruta de navegación, sabrían si sería posible aterrizar en Haití o si debían desviarse a República Dominicana, donde eran esperados por un equipo. Por la radio las instrucciones iban y venían.
"El espacio aéreo es controlado por los gringos desde el viernes pasado", recordó Suárez. Los estadounidenses tomaron el control de la terminal aérea luego del colapso de la semana pasada, ante la avalancha de aviones enviados desde todas partes del mundo con socorristas, enfermeros, médicos, perros expertos en rescate y demás.
En un primer momento, el desánimo invadió a los tripulantes porque no había dónde aterrizar en Puerto Príncipe; la pista estaba libre, pero no había un puesto para estacionar la aeronave. La más optimista del grupo, sin embargo, era Daniela, una joven que trabajó entusiastamente en el proyecto, y que al subir al avión en Quito reconoció que un día antes había pensado en no viajar, pero que ese sentimiento solo le duró 15 segundos.
ÓRDENES. La primera orden que llegó fue el desvió a República Dominicana. "Yo sinceramente creí que no alcanzaríamos a entrar", dijo Suárez más tarde, un piloto que había hecho casi toda su carrera en Ícaro, con un breve intervalo, hace algunos años, cuando decidió pilotear helicópteros en Venezuela.
Una hora estuvo el avión carguero sobrevolando Puerto Príncipe, una ciudad de 2,5 millones de habitantes, que vive en condiciones paupérrimas, agravadas más con el último terremoto.
"El cineasta Arnold Antonin dice que Puerto Príncipe fue hasta la llegada al poder de Papa Doc Duvalier (dos veces defenestrado del poder y ahora exiliado en Suráfrica), una hermosa capital de poca población, con paseos y avenidas e imponentes edificios públicos, visitada por celebridades de Hollywood, de las que quedan las fotos en los bares de los viejos hoteles de glamour perdido", recordaba el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, en una radiografía que hizo de ese país, cuya identidad cultural se asienta en el creole, una lengua que mezcla el francés y el africano, y el vudú. En realidad, hasta antes del terremoto el 60% de la población de Haití, según estadísticas oficiales, sobrevivía con menos de $1 al día, y su puntal económico era el comercio informal. Esa situación, sin duda, ha empeorado ahora.
HORA DE ATERRIZAR. Desde el aire se podía divisar la costa totalmente azul que bañaba Haití. La autorización llegó pasadas las 13:00, así que el avión siguió rumbo a ese país y ya pronto estaba sobre Puerto Príncipe; atrás estaba un carguero C-17 que también llevaba ayuda de Canadá.
Cerca de las 14:00 por fin llegó el permiso definitivo de aterrizar y conforme el avión se acercaba a la capital haitiana desde el aire se podía divisar hileras interminables de gente que esperaba por comida y agua.
Un fuerte traqueteo en el avión provocó el aterrizaje. La tripulación respiró. "Cumplimos nuestro objetivo", gritó Daniela. "Tuvimos suerte", fue el comentario de Galarza. Villegas dijo que el problema de sobrevolar tanto tiempo esperando el permiso de aterrizaje, era el combustible.
Según sus cálculos, si los estadounidenses demoraban la orden unos diez minutos más, eso habría obligado al comandante a desviar el avión a Santo Domingo, porque resultaba imposible esperar más tiempo en el aire. Había solo ocho mil libras de combustible, insuficientes para el viaje de regreso a Quito.
La tripulación pronto se percataría de que en Haití el precio de ese producto era tres veces más costoso que en Ecuador, porque era escaso. Solo había un tanquero de color verde con la leyenda: National, le plais de vous servir, para abastecer a todos los aviones que lo requerían.
La aeronave se estacionó cerca de un hangar de DHL donde permanecía colgada una leyenda: Disaster response team (equipo de respuesta ante el desastre). Cartones con alimentos y vituallas y centenares de botellas de agua estaban amontonados en las afueras del hangar. Más tarde, toda esa ayuda fue embarcada en camiones de la PanAmerican Development Foundation.
Más allá, antes de llegar a la sala de llegada del aeropuerto internacional Toussaint Louverture, la prensa internacional había montado carpas para dormir en el sitio y sus antenas para transmitir información; estaban desde la Televisión Española hasta la cadena estadounidense CBS.
En el mismo sitio, algunos reporteros se protegían del sol canicular debajo de las mangas de avión que ahora estaban inutilizables. Otros corrían de un lugar a otro en busca de personajes para entrevistar y otros más se paseaban arrastrando sus maletas, solo esperando el momento de volver a sus países. La prensa de todo el mundo había desembarcado en Haití.
Junto al avión que llevaba la ayuda de Ecuador se estacionó pronto el C-17 de Canadá, cuyas turbinas hicieron un ruido ensordecedor, mientras se abría la puerta de atrás. En cuestión de segundos, soldados canadienses estaban descargando cartones, camillas, que eran transportados inmediatamente en camiones del mismo Ejército a las bodegas de almacenamiento, y hasta un helicóptero salió del interior de ese avión carguero gigante.
Hypolitte Richard, parte del personal del aeropuerto, aseguró que a esa terminal llegaban entre 35 y 100 aviones por día en promedio con asistencia humanitaria, por lo que Estados Unidos había pensado en habilitar dos terminales más en Puerto Príncipe. En realidad ese aeropuerto estaba convertido en un solo parqueadero de aeronaves.
Los helicópteros de las fuerzas armadas estadounidenses y las avionetas pequeñas debían ocupar los espacios verdes.
Cada cinco minutos salía y entraba un helicóptero. En cada espacio se descargaban cartones para embarcarlos luego en carros de diferentes fundaciones; uno de los productos más apetecidos era el agua, no solo por los haitianos sino por los mismos socorristas.
Los soldados estadounidenses y canadienses habían armado en los alrededores salas de espera improvisadas, en espacios marcados con cinta de embalaje, donde los haitianos favorecidos con el refugio esperaban su turno para subir en alguna aeronave.
También llegaban furgonetas llenas de personas seleccionadas para recibir refugio en otro país. Frente al parqueadero de aviones, pasaban y repasaban los carros blancos de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas, una fuerza internacional de unos 9 000 soldados y 2 000 policías, acantonada en Haití desde 2004, para restablecer la paz en ese país, desangrado por la violencia generada por las milicias armadas que formó Duvalier con el fin de sostenerse en el poder.
LA LLEGADA. "Food" comenzó a repetir un haitiano en la puerta del avión carguero de Ecuador, cuando Daniela comenzó a pedir ayuda: "I need cellphone", gritaba. El rooming no funcionaba en Haití y no había forma de comunicarse con el personal de la Fundación; un dominicano comentaría más tarde que ni siquiera había comunicación entre la torre del control de Santo Domingo y la de Puerto Príncipe, pese a su cercanía. Todo el sistema de telecomunicaciones estaba colapsado, la única forma de comunicarse era la radio.
Después de un largo tiempo de espera llegó una escalera para el avión carguero, montada por el personal del aeropuerto que trataba de ayudar en lo que podía, y personal del Ejército de Estados Unidos pronto envió una plataforma para bajar la ayuda que logró llegar a Puerto Príncipe, gracias a un esfuerzo común de Ícaro, Produbanco, Supermaxi, Banco de Guayaquil, Pronaca, Provefrut, Saéreo, Fybeca, Grupo Nobis, Nestlé, Tesalia, Mutualista Pichincha y demás aportes voluntarios, que respondieron ante una iniciativa de Diario HOY.
Todos los aportes fueron recibidos durante el fin de semana pasado en el hangar de la aerolínea Saéreo, empresa que ayer prestó una avioneta para llevar otra carga con medicinas donadas por Fybeca; pero no todo pudo ser llevado ese día, porque había espacio solo para 12 toneladas y se habían recogido unas 40 toneladas en donaciones: alimentos, vituallas y demás.
Minutos más tarde llegó el personal de la Fundación Project Medishare, que tenía montado un hospital a 10 minutos del aeropuerto, donde estaban asiladas, solo ese lunes, más de 300 personas, y donde se practicaban unas 12 intervenciones quirúrgicas cada día, según Ron Vogue, uno de sus responsables.
Personal del mismo aeropuerto ayudó a descargar el primer compartimento del carguero, básicamente botellones de agua donados por la empresa Tesalia.
LA VISITA DE CLINTON. Casi al mismo tiempo llegaba a la terminal un avión 767 con ayuda de Estados Unidos, llevada personalmente por el ex presidente Bill Clinton, que desembarcó tras una prolongada espera y rodeado de un amplio cordón de seguridad. Eso provocó otro corre corre de los periodistas que fueron en vano a buscar sus declaraciones.
La visita de Clinton, sin embargo, sirvió para advertir a las fuerzas de las Naciones Unidas y al mismo Ejército de los Estados Unidos sobre la incapacidad de los elementos desplegados en ese país para repartir convenientemente los cargamentos de ayuda que llegaban a Puerto Príncipe, porque las carreteras estaban destruidas a causa del terremoto. La infraestructura vial prácticamente había desaparecido
"El principal problema es el sistema de distribución, debido a la destrucción de las infraestructuras, de los propios ministerios" dijo el ex presidente Clinton a la cadena CNN. El terremoto había destruido las oficinas de la ONU, el Palacio Nacional (que ahora es resguardado por militares estadounidenses), la Catedral, el Parlamento y varios hospitales y escuelas públicas y privadas.
En el aeropuerto, Clinton evitó hablar con la prensa que lo esperaba tras el cordón de seguridad armado con cuatro carros blindados de las Naciones Unidas, sobre todo de cadenas de noticias internacionales.
Pero producto de esa visita y del reclamo del ex presidente en la CNN, la 82 División Aerotransportada de la Infantería del Ejército, que desplegó en Haití más de 1 000 uniformados, lanzó desde ese mismo lunes por la tarde 14 000 paquetes de comida preparada y 14 000 litros de agua desde un avión de carga C-17, procedente de la Base de la Fuerza Aérea Pope en Carolina del Norte, sobre una zona que había sido antes despejada y asegurada, a ocho kilómetros al nordeste de Puerto Príncipe, en el prestigioso Club de golf Petionville, convertido en su centro de operaciones y en un refugio para las víctimas del sismo. Este tipo de asistencia había sido descartada en principio por la Casa Blanca por temor a los tumultos y a los amotinamientos.
En realidad, la toma del control de la situación en Haití por parte de los Estados Unidos, pese a las críticas desatadas en el interior de ese mismo país, ha devenido en una distribución más eficiente de la asistencia humanitaria y ha permitido la llegada de toda la ayuda posible.
El aeropuerto de Puerto Príncipe, ahora se mantiene operativo las 24 horas del día y solo el lunes, cuando llegó el carguero desde Ecuador, recibió unos 180 vuelos, un récord desde que comenzó la crisis con el terremoto.
Las instalaciones de la terminal han sido, así, convertidas en un gran centro de acopio de ayuda y rescate, porque los aviones que llegan con alimentos, vituallas y medicinas, sobre todo de Estados Unidos y Canadá, salen de la capital haitiana con decenas de refugiados que pasan antes por el centro de control de las Naciones Unidas, instalado en la puerta de lo que era la entrada internacional a Haití y que hoy parece un sitio desolado, con los techos destruidos, y las paredes huecas.
Solo un cuarto, que antes era una oficina y que está antes de llegar a las ventanillas de lo que era Migración, es el único ocupado por un anciano, que descansaba en una silla con los pies sobre el escritorio.
Un periodista buscaba en esa sala, mientras tanto, algún tomacorriente para conectar su laptop. Y un guardia se paseaba por entre lo que eran las puertas para recoger el equipaje.
Y salió otra vez a los patios de la terminal aérea por un hueco convertido en puerta. Los letreros que daban la bienvenida al turista seguían empolvándose, mientras centenas de personas, familias enteras, pugnaban por salir de ese país, soportando un sofocante calor.
Cerca de las 17:00, el carguero que llevó la ayuda de Ecuador se preparaba a despegar, después de comprar 400 galones de combustible, pero que alcanzarían solo para llegar a Santo Domingo, donde debía abastecerse otra vez para poder arribar a Quito cerca de la medianoche de ese lunes.
_________________ Virgilio Aray Arteaga
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